martes, 14 de noviembre de 2017

Shehat, la peque silenciosa

Shehat es una niña muy flaquita también, debe tener unos seis años, el pelo muy rizado y largo, de color castaño oscuro, pero muy poco abundante, que su madre suele peinar en forma de trenza. Siempre se le escapan unos pelillos cortos alrededor de la cara, como un nimbo de pelusillas. Su aspecto general es bastante enfermizo, debido a unas ojeras muy oscuras y marcadas sobre su piel apagada y tirando a amarillenta, entorno a unos ojos que cuando la conocí eran serios y tristes, un poco saltones y caidos del ángulo exterior. Es una niña que tiene cara de viejecita, si se puede expresar así.

Fue también de las primeras niñas que conocí en el colegio. El primer día que llegó su madre nos explicó que había dejado de hablar al salir de su pueblo de Siria y que nos teniamos que comunicar con ella mediante gestos. Casi me da un pirriqui, porque si ya es difícil comunicarse con ellos verbalmente, por gestos me parecía un mundo. Shehat, al llegar a la clase, se sentaba en una de las mesitas, muy seria siempre, sin alborotar, aferrando su mochila verde entregada a los refugiados sirios por la Campaña Nacional del Reino de Arabia Saudia para apoyar a los hermanos en Siria, según pone el escudo bordado que adorna el bolsillo frontal, exactamente igual a las que tienen estos críos (que no son de nuestro colegio).

 


 


Shehat a veces muy tímidamente señalaba el montón de papel reciclado que tenemos para que coloreen y al darle una hoja, despacito, despacito abría su mochila,  sacaba del estuche dos o tres lápices de colores muy recomidos y pintaba sin levantar la cabeza durante las dos horas que estaba a nuestro cuidado. Nunca aceptaba las meriendas que solemos darles, porque en su mochila también traía algunas galletitas y agua, que tomaba cuidadosamente, sin dejar ni una miga y sin hacer ruido. Si quería hacer pis, se levantaba y señalaba la puerta, con las piernas cruzadas y con el típico movimiento de quien ya no puede más.

Durante un tiempo su madre y ella dejaron de venir, sin avisar ni nada. Esto suele pasar y significa que o bien que la familia ha conseguido salir del Líbano, o bien que el padre no deja a la madre venir a las clases. Pero desde hace un mes han vuelto las dos y se ha producido uno de esos hechos que hacen ver la situación con otra luz: Shehat ha comenzado a hablar.

A la otra seño y a mi nos dejó patidifusas, porque entró al aula con su mismo aire triste de siempre, se sentó en su mesita con sus mismos ojos saltones y caídos de siempre y su carita de viejuca de siempre. Pero en vez de señalar, nos pidió hablando muy bajito, eso sí, lapices y papel para pintar.

Ya no trae la mochila verde y durante estas semanas su tono de voz ha ido subiendo, hasta hablar alto y claro. Incluso la hemos visto reir y hasta se ha animado a cantar en alguna ocasión. La vemos que mira con aire de duda a los otros peques que se tiran por los toboganes de plástico que tenemos.

  
Estoy segura que en pocos días la vemos peleando en la fila por subirse ella también.

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