jueves, 8 de marzo de 2018

8 de marzo, huelga de mujeres

Hoy 8 de marzo escribo en este mi blog porque quiero contar una serie de cosas y es el día perfecto para hacerlo.

Es algo complicado parar aquí, porque mi situación me impide trabajar, así que no puedo hacer huelga laboral. Pero sí puedo hacer huelga de consumo y cuidados, hasta donde la gata me permite. Y eso estoy haciendo.

En el colegio donde soy voluntaria habíamos pensado celebrar un acto hoy, con las mujeres refugiadas cuyos hijos cuido mientras ellas están en clase. Pero finalmente lo vamos a hacer mañana, que es aquí el día de las Maestras y no hay clase. Bueno, en realidad es el día de los Maestros, pero como la mayor parte de esa actividad la llevan a cabo mujeres, pues... Así que nos dejan el patio del cole para poder hacer nuestro acto. Hablarán de sus problemas, de lo que les preocupa y de lo que esperan del futuro.

Hace unos días intenté contarles porqué se celebra el 8 de marzo y sus orígenes. Pero no me hicieron mucho caso. Sólo las kurdas conocían la conmemoración de las mujeres trabajadoras y lo celebraban en el mismo sentido que nosotras.

A las mujeres con las que estoy les precupa mucho más la guerra y sus consecuencias que la igualdad salarial o los techos de cristal. Les preocupa más que sus maridos se divorcien de ellas porque no tienen hijos varones y no tanto si colaboran mucho o poco en las tareas domésticas. Les preocupan sus familias en Siria o Iraq y si podrán reencontrarse con ellas en sus paraísos soñados de Canadá o Australia. Como la guerra es la principal arma de opresión machista y patriarcal, estaré con ellas, a lo que quieran hacer y decir.

Por otra parte, me está viniendo muy bien la convocatoria de esta huelga y la anterior celebración del día de la mujer en la ciencia porque me ha ayudado a verbalizar toda una serie de vivencias que he sufrido desde que intenté desarrollar una carrera profesional, allá por 1986.

Ya entonces teníamos delante una ardua tarea, que era encontrar un puesto de trabajo con una formación en Humanidades. Éramos muchas más las estudiantes mujeres que hombres, pero ellos ocupaban las cátedras y los puestos destacados. Ellos decidían quien podía formar parte de su élite y quién no.

El que Mª Ángeles Querol llegara a ser Subdirectora General de Arqueología del Ministerio de Cultura de 1985 a 1988 fué un hito que celebramos enormemente sus alumnas. Ya entonces avisaba ella de la brecha monstruosa que había en la ciencia del área de Humanidades. El argumento era bien sencillo: las mujeres ocupaban muchos puestos en esta ámbito porque estaba muy mal remunerado, ningún hombre quería trabajar por lo miserable de los salarios. Pero a las cúspides sólo llegaban los hombres, a pesar de ser minoría. Sus publicaciones guiaban y relumbraban, pero el trabajo diario y callado lo hacían mujeres, invisibles en todas partes.

Lo mismo pasaba a la hora de abordar el mundo laboral privado: las preguntas sobre tu proyecto de vida (matrimonio, hijos, etc.) eran las primeras. Incluso en un trabajo para el que me dijeron yo era la mejor cualificada, no me contrataron por mi aspecto, no les gustó nada. En otras ocasiones pedían juventud y mucha experiencia, en un oxímoron de imposible cumplimiento. Idiomas, títulos y toda la parafernalia, claro.

Hasta para concursar a empleo público había problemas: yo no podía preparar oposiciones pasando horas estudiando sin trabajar. Mi madre era pensionista por viudedad y había que colaborar en casa. De modo que no pude abordar adecuadamente hacer una tesis doctoral, ni estudiar una oposición ni nada parecido. Al principio pensaba que era por incompetencia mía, pero luego he visto claramente que ése no era el problema, sino que yo carecía de los apoyos que otras mujeres sí tenían: servicio doméstico, abuelas colaboradoras, ingresos familiares suficientes, etc. que las permitían abordar exitosamente esas tareas, al estar libres tanto en tiempo como de preocupación por el final de mes.

En los curros que me salían, la norma era la precariedad y la diferencia salarial. También la gente de mi entorno lo sufría. En ese sentido puedo decir que en mi vida he firmado un contrato indefinido. Incluso mi empleo actual es fruto de una sentencia judicial que ha tenido que reconocer que el trabajo que durante años he llevado a cabo, merecía tal tipo de vínculo laboral con la Administración.

Una vez que me empleé como autónoma dando clases para una academia, me dejaron de renovar mes a mes en cuanto se me empezó a notar la barriga de embarazada. Puedo decir que el precio de la hora de clase era inferior al de cualquier empleada doméstica. Hablo del año 2000, eh?

Así que sigue habiendo muchas razones para seguir peleando.

No me olvido de ellas, las invisibles en el Líbano



Convocatoria de la manifestación para el domingo a las 12 del PC libanés
Causas diferentes, misma ira.
Different Causes, Shared Anger

قضايانا متعددة وغضبنا واحد

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